Domingo quería ser farmacéutico. En ese mes de julio de 1936 estaba trabajando en una farmacia cuyo dueño tenía a un sacerdote escondido, vestido convenientemente con una bata blanca para no ser descubierto. Llegaron los milicianos y detuvieron a los tres. Los tirotearon allí mismo, y Domingo cayó muy malherido. Fue trasladado al Hospital Provincial de Lérida y allí, asistido por una monja, murió llevando como siempre su escapulario. Sucedió el 21 de julio de 1936, lo que le convierte en el primero de los fejocistas mártires.
Fama de santidad
Tanto Domingo como Prudencio tienen fama de haber muerto por Cristo, fruto de haber sido educados en el seno de una familia cristiana y de su entrega a la formación de los chicos del pueblo a través de las diferentes actividades que se organizaban en el seno de la Federación, como por ejemplo: Coplas en honor a la Virgen María, Rosario de la Aurora, círculos de estudios, teatro, excursionismo, etc. Vivían su fe ayudando a vivirla a los demás.
Ninguno de los dos hermanos era conocido por actividades políticas ni tenían enemigos declarados, sino todo lo contrario.